El Cordero de Dios

 LA NUEVA JERUSALÉN

Después de esta batalla final, Dios va a crear un cielo nuevo y una tierra nueva, llamada la Nueva Jerusalén. Cuando uno estudia la Escritura que se refiere a la Nueva Jerusalén, se entiende que la Nueva Jerusalén es semejante al Jardín del Edén, pero con algunas
diferencias. Éstas diferencias son las que hacen la Nueva Jerusalén el Jardín de Dios. Al examinar el libro de Apocalipsis, uno aprende varias características importantes relativas a la Nueva Jerusalén. No habrá mar ni Templo en la Nueva Jerusalén. Proféticamente, el mar
representa inestabilidad y miedo. 

En otras palabras, el Jardín de Dios será un lugar de estabilidad, donde no hay nada que temer. La razón de que no habrá Templo, es que los que vivirán en éste jardín estarán en una relación eterna y recta con Dios (sin necesidad de sacrificios). En lugar de Templo, se dice al lector que la morada de Dios será en el Jardín.

Mientras que al Jardín del Edén, Dios vino y se fué, la presencia de Dios estará por siempre en la Nueva Jerusalén. La palabra que se usa repetidas veces para describir este Jardín es la palabra “nuevo”. Esta palabra expresa una nueva realidad absoluta que la persona no puede apreciar ahora. El término “Nueva Jerusalén” ayuda al lector en la comprensión de un aspecto importante del Jardín de Dios. La palabra “nuevo” lleva la idea de original. Ésto significa que en éste Jardín, se cumplirán los objetivos originales de Dios. El nombre de Jerusalén se compone de dos raíces heredar” y “shalom”. 

Shalom viene de la raíz hebrea que significa “cumplir”. Por lo tanto, la verdadera paz (la definición común de la palabra shalom) es cuando se cumple la voluntad de Dios. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén representa el estado eterno mediante el cual los que entraron en una relación de pacto con Dios podrán disfrutar de la intención original de Dios para Su creación.

Hay un simbolismo similar utilizado entre el Jardín del Edén y la Nueva Jerusalén, pero hay ligeras alteraciones que son muy informativas. En el Jardín del Edén, habían cuatro ríos; Sin embargo, en el Jardín de Dios hay uno solo. El número cuatro expresa un carácter global o
universal. Esto no debería ser sorprendente, ya que el contexto del Jardín del Edén fue la creación del mundo. El número uno expresa tanto la unidad como que Dios, es Uno. En otras palabras, la Nueva Jerusalén enfatiza la unidad con Dios. El agua de uno de estos ríos es
llamada aguas vivas, que expresa ambas cosas, vida eterna y satisfacción. Los habitantes se les promete que nunca volverán a tener sed.

Con ello se pretende dar a entender que todas las necesidades y deseos que una persona podría tener serán satisfechas en el Jardín. Se
promete que Dios enjugará toda lágrima y que no habrá más muerte. Del mismo modo, luto, gritos, y cualquier forma de dolor no estarán presentes en la Nueva Jerusalén. Los habitantes serán llamados, “más que vencedores”. Este término expresa la victoria. Alrededor del Jardín hay una gran pared con doce puertas. Estas puertas tienen nombres de acuerdo a las doce tribus de Israel; una vez más, enfatizando la conexión de Israel y el Reino.

Las puertas están abiertas tanto de día como de noche, lo que demuestra que no hay amenaza de peligro en esta ciudad. Los cimientos de las paredes de la ciudad son los doce nombres de los discípulos del Cordero. Esto demuestra que la base para el Reino es la Persona del Cordero misma y Su obra. En el Jardín del Edén, habrán dos árboles, el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal y el Árbol de la Vida. En el Jardín de Dios, sólo estará el Árbol de la Vida. Éste árbol estará sobrenaturalmente en ambos lados del río de aguas vivas. Este
árbol proporcionará su fruto cada mes durante los doce meses. No sólo el número doce se refiere a Israel, sino también al pueblo de Dios en general. Por lo tanto, el Árbol de la Vida está conectado a la abundancia del fruto de la población de Dios. No habrá ninguna maldición más en el Jardín ni tampoce oscuridad. La luz no vendrá del sol o las estrellas, sino de la gloria de Dios.

El recuento de la Nueva Jerusalén termina con la promesa de que el Cordero viene y que estemos listos. ¿Quién es éste Cordero? ¿Qué ha hecho éste Cordero? ¿Qué hará éste Cordero cuando regrese?


EL CORDERO DE DIOS

En la Biblia, un cordero es presentado como un animal para sacrificio. Un cordero no es una amenaza; sino que más bien es visto como afable y dócil. Cuando el Profeta Juan (San Juan Bautista) vió a Yeshúa (Jesús de Nazaret) acercándose a él en el río Jordán, respondió: “He
aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Juan sabía que Yeshúa (Jesús de Nazaret) fue enviado del cielo para ser el sacrificio que traería el perdón y la redención eterna para la humanidad y el perdón de todos los pecados. Por lo tanto, no es una coincidencia que Yeshúa dió (sacrificó) Su vida en la Pascua. 

El sacrificio de la Pascua es una ofrenda única a Dios. La razón de esto es porque el cordero de Pascua trae consigo redención al pueblo de Dios. El término redención es una palabra de pacto; De hecho, la Biblia enseña que el pacto matrimonial es un tipo de redención (la novia tenía que ser redimida). Esto proporciona una comprensión de por qué los que estarán en el Jardín del Di-s son llamados Su novia.
Por lo tanto, cuando Yeshúa vino la primera vez, fue presentado como el Cordero, que dió su vida como sacrificio por el pecado. Cuando regrese, aunque todavía se conoce como el Cordero, Él es también llamado el León de Judá. El León vencerá al Macho Cabrio y traerá la
victoria y la salvación a todos los que lo reciben por fe.

¿Cómo recibe uno a Yeshúa, el Cordero de Dios por la fe? ¿Qué es lo que una persona tiene que hacer para encontrar la gracia de Dios, que es la base para que Dios perdone nuestro pecado? Las respuestas a estas preguntas se encuentran en la palabra hebrea que se traduce
הבשורה, el Evangelio. Esta palabra significa proclamar noticias; pero no cualquier noticia, sólo las buenas nuevas de la redención. Es muy significativo que la palabra, הבשורה también se deriva de la palabra hebrea que significa בשר” carne”.

¿Cuál es la relación entre el Evangelio y la carne? La respuesta es muy simple, la buenas nuevas de la redención (el Evangelio) es que Dios vino en la carne para hacer la obra de la redención.


Abajo encontrará siete verdades que uno debe aceptar / creer y reconocer ante Dios, con el fin de encontrar la gracia de Dios, que trae la salvación, es decir, el perdón de los pecados y el derecho a entrar en el Jardín de Dios (Su Reino) para la eternidad. Le invito a responder ahora y recibir la salvación

1. Confesando que es usted pecador y que no tiene una relación personal con el Dios Vivo. Isaías 59: 1-2 declara: “He aquí, la mano de Dios no se ha acortado para salvar, ni se ha agravado Su oído para no oír; más bien, vuestras iniquidades le separan de Dios y vuestros pecados han causado que Su rostro se oculte para no oír “.

2. Confesar ante Dios que no desea seguir pecando.

3. Confesar ante Dios que es incapaz de salvarse a sí mismo.

4. Confesar ante Dios que usted reconoce que Yeshúa fue enviado por Di-s el Padre para ser el sacrificio de la Pascua para usted, cuando Él murió en el madero (cruz).

5. Confesar que Yeshúa de Nazaret es el Cordero de Di-s (Mesías), y sólo a través de la fe en Él uno es redimido / salvado.

6. Confesar que la sangre de Yeshúa fue derramada para remisión de los pecados.

7. Confesar que Yeshúa se levantó de entre los muertos al tercer día como dicen las Escrituras.


Haga esta oración para invitar a Yeshúa que sea su Salvador y reciba el regalo de la vida eterna en el Jardín de Dios … Confieso ante Ti, oh Dios, que soy un pecador. Confieso que no soy capaz de salvarme a mí mismo. Por lo tanto, me vuelvo a Yeshúa de Nazaret, Tu Hijo Unigénito, Quién Tú enviastes a este mundo para salvarme. Creo que Él murió en el madero (cruz) con el fin de pagar el precio de mis pecados.

Creo que él se levantó de los muertos, y que ello significa la victoria sobre el pecado que Él ofrece para todos los que creen en Él. Creo que sólo por medio de Su sangre Tú perdonas mis pecados, los que he pecado y los que habré cometido en el futuro. Quiero invitarte, Yeshúa, para que seas mi Señor, envíame Tú Espíritu Santo, para que pueda caminar en Tus caminos, obedeciendo Tu Palabra, en el Nombre de Yeshúa el Mesías, Amén.

Si ha hecho esta oración y afirmó estas verdades en su corazón, entonces ha sido perdonado. Es un hijo de Dios y Yeshúa va a trabajar en su vida y a través de su vida por medio del Espíritu Santo, que le dirijirá en Su voluntad. Su vida tendrá significado eterno al servir en los propósitos de Su Reino comenzando hoy.

– Dr. Baruch Korman 

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